domingo, 17 de abril de 2011

Viviendo con equipaje ligero...

Ajá, y cualquiera que viera como invadí el departamento de la Lechuga se moriría de la risa con el título de este post porque obviamente lo último que sé, es vivir con el equipaje ligero.

Esta es mi mudanza número ocho a lo largo de mis veintiséis años, ya debería de tener experiencia. Sin embargo aún a estas alturas me vuelvo loca cada vez que hay que empacar.

¿De dónde sale tanta porquería? Pareciera que las casas se llenan solitas, siempre se tiran bolsas y bolsas de basura y aún así siempre siguen brotando cochinadas.

Cada vez que alguien hace un bautizo, boda, XV años etcétera me pregunto ¿para que dan recuerditos? Para eso son las fotos y la memoria. Eso de tener cien servilleteros con el nombre de las quinceañeras que ahora tienen treinta años ó tarugaditas de cristal de bodas en las que los novios ya se divorciaron, no es práctico.

Ropa que no te entra ya ni por el brazo también es típico, que afán de pensar que algún día se bajará de peso. Y los papeles ¿cómo se reproducen? abres un cajón y hay; recibos, cartas, recados, constancias, folletos y un sinnúmero de papeles sin explicación.

Cada quien tiene sus propias cosas a las que les da un valor especial. En mi caso serían mis agendas, mis fotos, mi computadora y mi gata. ¿Entonces porque cargo con diez millones de cajas encima? No lo sé.

Antes tenía toneladas de libros, doné muchísimos dos veces. Los últimos, mis favoritos, descubrí que ya los podía tener en electrónico y les dije adiós. Sólo me quedé como con cinco. Es un avance.

Mis agendas, bueno me da miedo algún día perder la memoria y quedarme sin recuerdos, así que seguirán conmigo. Fotos, bendito sea el que inventó la cámara digital. En realidad es un aliviane ya no tener que cargar con esos álbumes pesados y además te ahorras una buena lana en rollos y revelados. Si te gusta mucho una foto la imprimes, pero ya no tienes trescientas en las que sales fatal.

Mi computadora es pequeñita y con ella puedo recorrer el mundo. Lo único que necesito es su maletita y un enchufe para cargarla cuando se le termina la pila. Con ella puedo desahogarme cuando necesito escribir, además de escuchar música, ver mis fotos y leer mis libros electrónicos.

Jolie mi gata es tan rara que ni parece que existe. Casi no da lata, sólo hay que darle de comer y limpiarle la arena. Cuando quiere cariño ella solita se acerca y te topetea con la cabezita para que la acaricies, pero con un ratito se da por bien servida. Además es pequeñita y diría la Lechuga “pesa 100 gramos”.

La infeliz al igual que la dueña ha vivido en muchas casas, en cuatro años de vida que está por cumplir ha dormido en siete. Una gitana al igual que yo.

Esta vez he tirado muchísimas más cosas y aún así la mudanza se me hizo un martirio. Estoy aprendiendo a desprenderme de todo lo material, las cosas van y vienen y si le sirven a alguien serán más útiles en este mundo que guardadas en una caja “por si algún día las necesito”.

Creo que si aprendiéramos a dejar de acaparar, el mundo fluiría mejor. Ese afán de tenerlo todo y además marcarlo con etiquetas de “es mío” sólo quita espacio física y mentalmente.

Ojalá algún día en verdad aprenda a vivir solo con lo que necesito. En mi caso, como ya se dieron cuenta, sería extremadamente útil.